10/2007
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La inmigración fascista en la argentina
Federica Bertagnahistoria y cultura
Viejos son los trapos
Ana Igaretaciencia que ladra...serie clásica
Las ciudades, con su mezcla de edificios, monumentos e historias son el lugar de trabajo preferido por los arqueólogos urbanos que buscan, en los objetos más impensados, pistas que les permiten reconstruir la historia de cada lugar como si fueran detectives del pasado. Los autores aseguran que a metros de la Plaza de Mayo puede estar el siglo XVI y así, encontrar cubiertos de hueso y vidrio junto con vajillas de lujo en los restos de una casa colonial habla de sus habitantes, tanto de los patrones como de sus esclavos afroamericanos. Sin embargo, "hacer hablar" a esa historia, a esos pedacitos de telas, o botones, o platos rotos, viejos y sucios no es tan fácil, y de eso se ocupan los arqueólogos que pueblan este libro, no menos héroes que Indiana o Lara, pero sí más humanos, más cerca de poder encontrarlos en el aula o en el colectivo. Dado que no sólo de objetos encontrados viven los arqueólogos, el contexto del hallazgo es fundamental. Estamos rodeados de historia -incluso por debajo de nosotros-, una historia que aflora en las excavaciones del subterráneo, o en los cimientos de un edificio, o hasta en el pozo para plantar un arbolito en el patio. "Mirar para atrás, y para abajo, ayuda a entendernos. Es que andar por el mundo armados de palas, pinceles y ganas de conocer es también hacer ciencia. Todo sucede en este libro lleno de sorpresas, por lo que los invitamos a ¡excavar en sus páginas!" Diego Golombek
El modelo político francés
Pierre Rosanvallonhistoria y cultura
El prestigioso historiador francés parte del análisis de las concepciones que la Revolución Francesa instaló en el imaginario político occidental para introducir al lector en una profunda reflexión sobre algunos de los problemas centrales de la democracia moderna en Occidente. De este modo, el autor analiza cómo la Revolución Francesa instauró la construcción de una colectividad política basada en una "voluntad general", única e indivisible y, a la vez, instauró la idea del ciudadano moderno, cuya naturaleza individual sólo puede ser concebida en comunión con esa totalidad que se proclama homogénea. Así, Rosanvallon recorre más de dos siglos de historia francesa, siguiendo los cambios sociales y normativos más amplios y profundos, a la luz de la pregunta que obsesionó a sus actores: cómo hacer compatible esa mirada tan radical de la democracia con una sociedad en la que no sólo quedan rastros de antiguas formas corporativas de organización de lo social, sino que permanentemente crea otras formas corporativas nuevas.