Abuso sexual y vestimenta sexy

Duncan Kennedy
mínima
$15,190
El abuso sexual puede ocurrir en cualquier escenario: en la casa, en el trabajo, en un consultorio o en la calle. ¿Qué es lo que lleva a alguien a perpetrar este acto, de por sí aberrante, sobre una mujer? Para el discurso conservador dominante, el vestirse de manera provocadora sería una de sus causas. En las antípodas, para el feminismo radical, el abuso sexual es constitutivo del régimen del patriarcado, y la moda, una de sus herramientas. La vestimenta sexy pasaría a ser consecuencia del abuso, no su causa. Pero ¿qué es el abuso sexual?, ¿cómo lo restringe y lo tolera el régimen jurídico? Profundo conocedor del modo en que el derecho opera en la vida social y agudo crítico de todas las formas de opresión, Duncan Kennedy desentraña cómo funcionan las normas jurídicas sobre abuso sexual en la (desigual) distribución de poder y bienestar entre hombres y mujeres. Discute el rol disciplinario del abuso en la constitución de identidades masculinas y femeninas, y en la relación entre los sexos. Mediante un fino análisis semiótico, que incluye publicidades, revistas, celebridades de la música y conocidas escenas del cine, indaga además en el significado sexual de la moda y argumenta que hay mucho más que reflejo del patriarcado en las prácticas de las mujeres en relación con su manera de vestirse: hay poder, resistencia y placer. Este libro, un clásico controvertido que cambió la manera de abordar el tema, permite que nos preguntemos qué papel ocupa el abuso en nuestra sexualidad, en qué medida modela nuestras fantasías y provee las imágenes que alimentan el deseo y la excitación. Convencido de que la realidad del abuso desalienta el juego y la experimentación a través de los cuales podemos tener alguna esperanza de enriquecer nuestra sexualidad, Kennedy interpela a los hombres, beneficiarios del carácter disciplinario del abuso, al tiempo que abre la posibilidad de disfrutar de un erotismo liberado de la opresión de género

¿Qué pasó con la confianza en el futuro?

Marc Augé
mínima
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Dicen los promotores del fin de la historia, tan anunciada en los años noventa del siglo XX, que la humanidad ya no tiene nada que esperar porque ha encontrado su forma más acabada, más perfecta. La democracia y la economía liberal se han convertido en el punto de llegada insuperable. Decidido a mostrar los límites de esta ideología edulcorada del presente, Marc Augé vuelve la mirada sobre nuestra actualidad para repensarla fuera del corset de la supuesta igualdad globalizadora. Así, discute en qué medida el arte, la literatura, los medios e internet pueden contribuir al pensamiento crítico y en qué medida se tornan dispositivos de conformismo o vigilancia; describe la “cosmotecnología” que organiza la vida de las personas, conectadas a aparatos electrónicos mínimos para acceder al caudal de imágenes, mensajes y ofertas de consumo; analiza la emergencia de formas religiosas burdas o intolerantes, y se remonta a la Grecia antigua para encontrar un ejemplo de ciudad dispuesta al debate. Pero el eje de sus preocupaciones pasa por la educación y la desigualdad, por las brechas que no cesan de ensancharse: brecha entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres, entre la suma de conocimientos acumulados en los laboratorios científicos mejor equipados del planeta y el estado de ignorancia en el que es mantenida la mayoría de la población mundial. Augé propone revertir esta tendencia y hacer de la educación nuestra utopía última, tan necesaria para la ciencia como para la sociedad. Con audacia y convicción, insta a la antropología a plantear las preguntas de las que depende el porvenir del hombre, entre ellas, cómo construir un proyecto con fuerza movilizadora que escape a la tiranía del presente y a cualquier otra tiranía.

Clasificar en psiquiatría

Néstor Braunstein
mínima
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La psiquiatría es la única rama de la medicina que tiene vergüenza de usar la palabra "enfermedad" para definir eso de que se ocupa, y por eso llama a sus afecciones como "trastornos", un eufemismo que traduce el vocablo inglés "desórdenes". ¿Qué "orden" es el que se desordena cuando alguien es distinto de como se espera? ¿Qué saber autoriza al médico para "clasificar" a los seres humanos entendiendo que padecen de "trastornos de personalidad", que son anormales o peligrosos y que requieren de "tratamientos"? Queda claro que esa estrategia del lenguaje, de aspecto "científico", es una maniobra que forma parte de un proyecto de "medicalización" de la sociedad, de "psiquiatrización" de la vida, de atribución de un mercado del sufrimiento a una profesión que intenta manejar el malestar en la cultura con drogas producidas por las compañías farmacéuticas y con marbetes diagnósticos que descalifican a quienes los reciben pero que permiten la mutua comprensión entre los administradores. La empresa clasificatoria es la llave maestra para (uni)formar a los psiquiatras y estimular en ellos el sueño de explicar las dificultades de los sujetos como efectos de factores "biológicos": los genéticos o las perturbaciones funcionales del cerebro como si se pudiese comprender una polonesa de Chopin estudiando el ADN del músico o las manos de Rubinstein o la centellografía cerebral del oyente. En mayo de 2013 se proclamó oficialmente el DSM-5, redactado por especialistas de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos, un "manual estadístico y diagnóstico" con el que se pretende "unificar" y "digitalizar" los diagnósticos para servir a los fines de la industria, el Estado y las compañías de seguros. Clasificar en psiquiatría exhibe y discute la última expresión de esa ominosa empresa de encasillar "anomalías" que no se llegan a entender para encargar a la medicina el cuidado de las "normas" y el "orden", dejando al derecho la relación con las "reglas" y la "ley".