Dicen los promotores del fin de la historia, tan anunciada en los años noventa del siglo XX, que la humanidad ya no tiene nada que esperar porque ha encontrado su forma más acabada, más perfecta. La democracia y la economía liberal se han convertido en el punto de llegada insuperable. Decidido a mostrar los límites de esta ideología edulcorada del presente, Marc Augé vuelve la mirada sobre nuestra actualidad para repensarla fuera del corset de la supuesta igualdad globalizadora. Así, discute en qué medida el arte, la literatura, los medios e internet pueden contribuir al pensamiento crítico y en qué medida se tornan dispositivos de conformismo o vigilancia; describe la “cosmotecnología” que organiza la vida de las personas, conectadas a aparatos electrónicos mínimos para acceder al caudal de imágenes, mensajes y ofertas de consumo; analiza la emergencia de formas religiosas burdas o intolerantes, y se remonta a la Grecia antigua para encontrar un ejemplo de ciudad dispuesta al debate. Pero el eje de sus preocupaciones pasa por la educación y la desigualdad, por las brechas que no cesan de ensancharse: brecha entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres, entre la suma de conocimientos acumulados en los laboratorios científicos mejor equipados del planeta y el estado de ignorancia en el que es mantenida la mayoría de la población mundial. Augé propone revertir esta tendencia y hacer de la educación nuestra utopía última, tan necesaria para la ciencia como para la sociedad. Con audacia y convicción, insta a la antropología a plantear las preguntas de las que depende el porvenir del hombre, entre ellas, cómo construir un proyecto con fuerza movilizadora que escape a la tiranía del presente y a cualquier otra tiranía.
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Cuán profundamente argentino es insultar cotidianamente a la Argentina. Y sin embargo, como dice una conocida canción, este rasgo de identidad tiene su contracara: la argentinidad al palo, "La calle más larga, el río más ancho, las minas más lindas del mundo... Que el Che, Gardel y Maradona son los number one, y argentinos ¡gracias a Dios! También Videla y el Mundial 78, Galtieri y los estamos esperando. ¿Yo?... ¡Argentino! Del éxtasis a la agonía oscila nuestro historial. Podemos ser lo mejor, o también lo peor, con la misma facilidad". En Mitomanías argentinas, Alejandro Grimson se atreve a un original ejercicio de introspección: ofrece una lista abierta de mitos y los revisa uno por uno para hacerlos "caer", para que muestren lo que tienen de vulnerable, de falso, de argumento insostenible, de repetición machacona. ¿Fuimos la nación más europea de América Latina y una maldición nos arrojó al basurero de la periferia? ¿Brasil o Chile están en el camino correcto y la Argentina no deja de cometer errores? ¿Son los paraguayos, peruanos o bolivianos los responsables del desempleo en la Argentina? ¿Es cierto que los argentinos descendemos de los barcos, así como los mexicanos descienden de los aztecas? No importa que los mitos sean de derecha o de izquierda, religiosos o laicos, patrioteros o extranjerizantes: son bombas de tiempo que hay que desactivar para que el rompecabezas argentino se organice sobre bases plurales y para que el debate público no quede encerrado en Mitolandia. Grimson nos convence de que tener una mirada más compleja y cabal de nosotros mismos es un primer paso para construir una sociedad mejor.
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