Carta abierta sobre la intolerancia

Roberto Gargarella
singular
$22,690
Tus derechos terminan donde empiezan los míos, ¿Por qué mi derecho a circular valdría menos que tu derecho a cortar la calle?, La gente está harta de los piqueteros: la prioridad es mantener el orden público, Si los desocupados o trabajadores informales que bloquean la ruta pertenecen a un partido político, sus reclamos no tienen valor. Estas expresiones, que oímos tantas veces, revelan que la protesta social es parte de la vida cotidiana. Vemos que en torno a ella empiezan a brotar las supuestas verdades del sentido común, que suelen pedir a la justicia una respuesta represiva, como si el problema de fondo pudiera resolverse por la vía penal. ¿Es posible enriquecer un debate atrapado en dicotomías planas y engañosas? En esta nueva edición ampliada de un libro que ya es referencia sobre el tema, Roberto Gargarella reflexiona sobre la situación de la protesta social hoy, considerándola en toda su complejidad: qué alternativas tienen quienes protestan; cuál es la gravedad del derecho vulnerado en cada caso y por qué es preciso trazar una distinción, por ejemplo, entre la protesta de sectores medios y altos contra una reforma tributaria y la de un grupo de despedidos en defensa de sus fuentes de trabajo; qué opciones deberían explorar los jueces entre los extremos de criminalizar o no hacer nada. Y se interroga sobre la legitimidad del castigo en contextos de profunda desigualdad, cuando está en juego el acceso a condiciones básicas de vida digna. En una sociedad argentina que está cada vez más intolerante, es vital complejizar la discusión en vez de empobrecerla. Contra esta tendencia que se ha vuelto muy poderosa, viene bien recordar el estrecho vínculo entre protesta y calidad democrática. Una vez más, Roberto Gargarella deslumbra con una argumentación que nos da herramientas para no caer en el dogmatismo o la simplificación.

La derrota del derecho en América Latina

Roberto Gargarella
singular
$17,990

En muchos países de América Latina los ciudadanos de a pie sienten que el poder político está en manos de una minoría y que el voto periódico no alcanza como mecanismo de control. La justicia está cuestionada y hay casos en que juega al filo de las reglas democráticas. Tendemos a pensar que el principal problema es la corrupción o la impunidad de los funcionarios, y que para salvar el sistema bastaría que un Poder Judicial imparcial e independiente hiciera respetar la Constitución. Pero ¿y si el problema estuviera, precisamente, en nuestras constituciones? ¿Qué pasaría si alguien nos dijera que esos "textos sagrados" esconden desde sus orígenes, como un secreto, un alma elitista, hostil al gobierno de las mayorías? Roberto Gargarella, uno de los mayores especialistas en derecho constitucional, desarma magistralmente los lugares comunes de la discusión y plantea que, para que la democracia se parezca cada vez más a una "conversación entre iguales", con mecanismos reales de participación ciudadana, primero hay que entender la verdadera raíz de la crisis. Nuestras constituciones se forjaron a mediados del siglo XIX para organizar países que habían atravesado guerras civiles. La prioridad era distribuir el poder entre las minorías ilustradas y mantener a raya a las masas, sinónimo de violencia y caos. Casi doscientos años después, y pese a que en el siglo XX hubo valiosas reformas que reconocieron derechos, nuestro sistema institucional está marcado por ese elitismo originario y por la desconfianza democrática. Jueces con cargos vitalicios y enormes privilegios tienen la última palabra constitucional, mientras que las autoridades políticas procuran recortar o colonizar esas atribuciones. El famoso esquema de frenos y contrapesos termina siendo en los hechos un mecanismo espurio de pactos y negociaciones entre dirigentes aislados de la ciudadanía, con el único fin de preservar sus condiciones de excepción. ¿Es esta la derrota definitiva del derecho? A través de siete tesis originales y punzantes, Roberto Gargarella pone en cuestión, sin concesiones, las bases mismas del derecho en nuestro continente, planteando un escenario alarmante, hecho de impulsos poco democráticos y falta de escrúpulos éticos en el ejercicio profesional. Pero también muestra, con una convicción inquebrantable, un camino por recorrer y un horizonte de salida.


Discutir Alfonsín

Maria Victoria Murillo
sociología y política
$19,390

En 1983 el entusiasmo democrático invadió el espacio público con la fuerza de un momento fundacional: imperaba la ilusión, casi el encantamiento, de que todos los problemas de la Argentina podían resolverse y de que el orden político podría recrearse desde la nada. Esa ilusión desmesurada y los temores que entrañaba afectaron la marcha del gobierno de Alfonsín y también las evaluaciones que se hicieron de sus logros y fracasos. ¿Cómo evaluar hoy aquellos años? ¿Cuál es finalmente el legado que nos han dejado? El propósito central de este libro es estudiar ese legado, con sus claroscuros y ambivalencias, a la luz de las promesas incumplidas de una democracia que, tal como se reiteraba, sería la condición de posibilidad para que todos comieran, se curaran y se educaran. El objetivo no es establecer consenso ni ofrecer un diagnóstico final, sino abrir un debate que nos permita distinguir entre los condicionamientos, los errores y los vaivenes, haciendo propia aquella idea de Alfonsín sobre lo que "no pudo, no supo o no quiso hacer" durante su gobierno. En el libro, se analiza la cuestión militar y la política de derechos humanos, los procesos de laicización encarnados en la Ley de Divorcio, el tema de la seguridad, las disputas con el sindicalismo por la política laboral y las tensiones con las corporaciones, como el agro o la industria. Escrito por un conjunto de intelectuales que ingresaron a la vida política durante esos años de la transición democrática, este libro rescata la voluntad de renovación política y la cultura del diálogo, a la vez que reflexiona sobre el papel que juegan el voluntarismo y el liderazgo personalista en la construcción institucional democrática. En este sentido, clarifica las marcas que tanto Alfonsín como los otros actores principales de ese primer gobierno democrático dejaron en la evolución política posterior.