El nuevo régimen de las desigualdades solitarias

François Dubet
sociología y política
$29,290
Hasta la década de 1980, las desigualdades se pensaban y se sufrían como desigualdades de clase. Los partidos de izquierda y los sindicatos conducían las luchas obreras buscando acortar la distancia entre las posiciones sociales, en pos de un ideal compartido de justicia. Con el declive del mundo industrial, el régimen de las desigualdades mutó irreversiblemente. No es que no sigan existiendo las fábricas, los conflictos laborales, la explotación y las brechas entre los muy ricos y los muy pobres. Pero las clases sociales pierden consistencia y ya no definen las identidades. Estamos ingresando en un nuevo régimen que todavía no ha encontrado una forma política que lo exprese ni una teoría que lo explique. En este libro inspirado y fundamental, François Dubet apuesta a describir, más que el mundo que está muriendo, el mundo incierto que se avecina. Para eso, no pone el foco en el abismo entre el 1% y todo el resto, sino en las desigualdades moderadas que atraviesan la vida cotidiana cuando nos comparamos con quienes tenemos más cerca. En esa situación, cada uno se siente herido y desigual en calidad de algo: porque es inmigrante, joven, precarizado, excluido, beneficiario o no de asistencia social, mujer, viejo, titular o no de un título educativo útil; por el lugar donde vive, el acceso a seguridad o cobertura de salud, el nivel de ingresos y consumo, la pertenencia a una minoría sexual o disidencia. Hoy, las desigualdades se sufren como discriminaciones individuales y se tramitan con culpa, con resentimiento, con esfuerzos por estar a la altura, con antidepresivos. Todos creemos ser víctimas de un trato injusto, todos estamos más expuestos, más frágiles, más agobiados. Y a la vez, en un mundo que tanto a derecha como a izquierda ha adoptado acríticamente el ideal de la igualdad de oportunidades meritocrática, nos sentimos responsables de nuestro propio fracaso. ¿Cómo transformar las cóleras e indignaciones solitarias, dispersas, en movimientos políticos y sociales? ¿Cómo generar un sentido de cohesión y solidaridad colectiva? ¿Cómo pasar del yo al nosotros? En la mejor tradición sociológica, esta obra es un aporte magistral para superar la melancolía y pensar sobre qué bases reconstruir una oferta política y un marco para la vida en común.

La época de las pasiones tristes

François Dubet
sociología y política
$19,990
Vivimos en un tiempo de pasiones tristes. Emociones como la ira, la indignación y el resentimiento atraviesan las redes sociales y la opinión de los panelistas televisivos. Ese enojo toma la forma de la denuncia o la catarsis por un orden que se siente injusto, y suele encarnizarse con los que reciben asistencia del Estado (¡todos inútiles!) pero también con los políticos y las élites (¡todos corruptos!). Acá y allá, un lenguaje paranoico acusa a los pobres, los inmigrantes y los desempleados por no esforzarse lo suficiente, a las finanzas por hacer negocios a costa de las economías nacionales y a estas por no abrirse a la globalización, a los gobiernos por desmantelar las políticas sociales o, al contrario, por abusar de ellas demagógicamente. Cada uno tiene razones para sentirse abandonado, amenazado, y para sospechar que el otro –cualquier otro– recibe ventajas indebidas. Lejos de interpretar esto en clave de patología personal, François Dubet aspira a comprender el papel de las desigualdades sociales en el despliegue de esas pasiones tristes. Si antes las grandes diferencias de clase nos permitían pensar nuestro lugar en el mundo (patrones y obreros, empresarios y trabajadores) y sostener luchas políticas o sindicales que suponían dirimir conflictos y negociaciones, hoy las desigualdades se diversifican y se individualizan, transformando profundamente la experiencia que tenemos de ellas y desdibujando los adversarios y las verdaderas causas de los problemas. No duele tanto el 1% de hiperricos –una minoría de privilegiados con quienes no interactuamos– sino las múltiples diferencias cotidianas que se expresan en acceso a consumos culturales y esparcimiento, a determinados colegios, barrios, vivienda, empleo, prestaciones de salud o subsidios. Sin embargo, no se trata de impugnar la indignación sino de ver cómo puede encauzarse colectivamente para que no termine alimentando salidas autoritarias. Contra el microclima de linchamiento y violencia, y profundizando una línea sostenida de intervención en la discusión pública, Dubet nos alerta sabiamente sobre la necesidad imperiosa de relanzar la oferta política progresista para transformar la ira en estrategias de cambio social.

¿Por qué preferimos la desigualdad?

François Dubet
sociología y política
$19,990

A pesar de afirmar lo contrario, nuestras sociedades "eligen" la desigualdad. Esto, que parece una provocación, es el punto de partida de un ensayo imprescindible. Si se profundiza la brecha entre el 1% más rico y los demás, no es sólo por la lógica cruel del capitalismo financiero sino porque también el 99%, en sus prácticas más cotidianas, genera desigualdades. Todos los que pueden (los más privilegiados, las clases medias) prefieren vivir en barrios donde sólo se encuentran con personas afines, y con el mismo criterio eligen la escuela a la que mandarán a sus hijos, mientras expresan el hartazgo fiscal de dar sin recibir beneficios proporcionales. Como contrapartida, los barrios de los sectores populares se perciben como "zonas peligrosas, amenazantes", al tiempo que los extranjeros parecen más numerosos, los desempleados "abusan" de las ayudas del Estado y los jóvenes pobres y sin estudios están siempre "al borde de delinquir". Con argumentos tan filosos como consistentes, François Dubet plantea la urgencia de afrontar esta situación, en la que los grandes principios que se declaran con palabras rimbombantes (la democracia, la igualdad) chocan con el fraude y la evasión fiscal de quienes tienen recursos, con la estigmatización de los más débiles y con la culpabilización de las víctimas. Para explicar este desajuste, analiza la crisis que, desde los años ochenta, desmanteló los pilares de la solidaridad y la integración social: el trabajo, las instituciones ligadas a la educación, la justicia y la salud, la idea de una nación homogénea y la creencia en la representación política. El gran relato de la integración se ha desdibujado, y los individuos están solos y desconfían tanto de los otros como del sistema en su conjunto. Lejos de la nostalgia reaccionaria por un mundo perdido, Dubet propone construir otra representación de la vida social, de la experiencia compartida, a partir de acciones individuales, de movilización colectiva y de políticas públicas capaces de generar confianza y sentido de sociedad.