¡Contrahegemonía ya!

Nancy Fraser
singular
$15,790

El capitalismo financiero muestra su cara más despiadada: destruye la industria y condena a las clases trabajadoras a un estrés creciente y una salud menguante, a la segregación y la inseguridad social, mientras aumenta la deuda pública y resquebraja la vida comunitaria, alentando la competencia y el resentimiento. En medio de esta crisis global, muchas personas ya no creen en los partidos políticos y buscan nuevas opciones, sean de derecha o de izquierda. ¿Qué hacer para que la crisis del orden neoliberal alumbre algo mejor para las mayorías? Con talento conceptual y espíritu militante, Nancy Fraser aventura una hipótesis incómoda: si el neoliberalismo pudo sostenerse tanto tiempo, es porque conformó una alianza con los sectores progresistas, que le aportaron carisma y cobertura ideológica. Así, Fraser alerta contra ese progresismo que dejó de cuestionar la jerarquía social en pos de diversificarla, y que, a fuerza de luchar por derechos para las mujeres, los colectivos LGBTQ+ y otras minorías, perdió de vista la desigualdad y la brecha de clases y, así, terminó dándole una pátina emancipadora y cosmopolita a un sistema cada vez más regresivo. En una discusión rica con el feminismo y el progresismo, Nancy Fraser llama a construir una nueva hegemonía. Ante el peligro de que la crisis abra la puerta a soluciones reaccionarias (increíblemente reaccionarias incluso), aboga por un populismo progresista, un imaginario de izquierda potente y capaz de entusiasmar con la promesa de una sociedad menos hostil y más igualitaria.


Cómo habitar la tierra

Bruno Latour
otros futuros posibles
$18,690
Hoy hablamos de hongos, líquenes, ingeniería de bacterias, microbiota, inteligencia artificial. Ya no estamos en un mundo de objetos que responden a la voluntad humana, sino en uno de vivientes que se superponen con nosotros y nos generan desconcierto. ¿Son amigos o enemigos? ¿Cómo funcionan? Si el mandato de modernizar que nos trajo hasta acá buscaba cortar amarras con todo lo que parecía arcaico y proyectarnos, gracias a la ciencia, directamente al futuro, incluso hasta llegar a Marte, sabemos que esa mitología del vuelo y el dominio sobre la naturaleza quedó superada. Sin embargo, seguimos pensando con esas categorías gastadas, que ya no sirven para entender la realidad en que estamos inmersos. En este libro que es legado, autobiografía intelectual y caja de herramientas para lectores inquietos, Bruno Latour se reconoce filósofo ante todo y nos explica que la gran tarea pendiente es ecologizar en vez de modernizar. Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo entender la cuestión ambiental, que algunos niegan y otros no consiguen metabolizar? ¿Cómo explorar esta situación inédita y evitar que la gente entre en pánico y persista la desesperación política actual? Se trata de desplazar el eje de los modos de producción y distribución de la riqueza a las condiciones terrestres, atmosféricas, que los hacen posibles. Se trata ¡por fin! de aterrizar, de poner el foco en la habitabilidad del planeta. Para salir del vértigo de la colapsología y recuperar poder de acción, Latour llama a aceptar que no hay cuestión ecológica que no sea asunto de disputa, y que el desafío es construir puentes entre prácticas políticas, artísticas, científicas, religiosas, jurídicas. Porque el trabajo es abrumador, nadie tiene la verdad y habrá que hacer de la angustia un motor de transformaciones.

Elemental, mi querida ciencia (forense)

Gastón Intelisano
ciencia que ladra...serie clásica
$13,190
Pipa, lupa, mirada sagaz y reflexiva Si nos preguntaran de qué personaje se trata, no dudaríamos: Sherlock Holmes, prototipo del detective que se valía de su capacidad de observación y poder de deducción para resolver los casos más extraños. Pero desde Sherlock (y tantos otros), mucha ciencia ha corrido bajo el puente. Hace algunos años, otros personajes hicieron su aparición en la escena del crimen. Vestidos como astronautas con trajes descartables, guantes de látex, gafas, barbijo, cofia y maletín, los técnicos forenses realizan su coreografía: inspeccionan el cuerpo, toman fotografías, recogen cabellos, levantan huellas digitales, buscan rastros de ADN y ¿descubren al asesino? La ciencia forense no es mágica y no siempre existe evidencia que conduzca directamente al culpable, pero sin duda sus aportes son fundamentales para esclarecer un delito. ¿Alcanza con un cabello para identificar a una persona? ¿Qué significa que los cuerpos hablan en la mesa de autopsias? ¿Con unas gotas de sangre es posible reconstruir un asesinato? ¿Es cierto que las moscas pueden decirnos cuánto tiempo lleva muerta una persona? ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mito en las exitosas series y películas en las que se investigan crímenes? De la mano de Gastón Intelisano, especialista en criminalística, pericias forenses, autopsias (y como punto bonus, escritor de novelas policiales), este libro nos propone un esclarecedor recorrido por el complejo mundo de la ciencia del crimen, tan mostrado en la ficción como desconocido en la realidad. Como dice nuestro autor, el crimen perfecto no existe. Lo que hay son malas investigaciones.

Manifiesto por un arte revolucionario independiente

Andre Breton
biblioteca del pensamiento socialista
$13,390
Presentación de Michael Löwy e introducción de Horacio Tarcus En abril de 1938, André Breton, el iniciador de la aventura surrealista, llegó a México para dar una serie de conferencias. Tenía la esperanza de ver allí a León Trotski, el revolucionario de Octubre y fundador del Ejército Rojo. Por mediación de Diego Rivera se produjo ese encuentro sorprendente y desigual: Breton admiraba la fortaleza y la gesta de Trotski, mientras que este desconfiaba de las experiencias poéticas de los surrealistas. Sin embargo, el artista y el combatiente se embarcaron en un proyecto que los ocupó durante tres meses: la redacción del manifiesto “Por un arte revolucionario independiente”, un documento comunista libertario, antifascista y alérgico al estalinismo. Escrito a cuatro manos en francés y ruso, y firmado por Breton y Rivera (porque Trotski consideró conveniente ceder la autoría a un artista), el manifiesto exige para la creación en todos los órdenes un marco “anarquista de libertad individual”. Se trata de romper con el espíritu policíaco de una época asediada por totalitarismos y de habilitar la experimentación personal sin aceptar directivas ni ataduras externas. Curiosamente, en un pasaje en que se afirma que “en arte, todo está permitido”, Breton sugería agregar “salvo lo que vaya contra la revolución proletaria”, y Trotski se demostró menos dogmático que el líder del surrealismo: suprimió la frase creyendo que podía habilitar abusos. El manifiesto es, así, una proclama por la libertad ilimitada del arte respecto del Estado y los aparatos políticos. Al cuidado de Horacio Tarcus, la presente edición suma, al texto del manifiesto, una entrevista y un discurso en los que Breton rememora vívidamente el proyecto. Un prólogo de Michael Löwy traza una semblanza de ese encuentro único y se detiene en la actualidad de la proclama. En la introducción, Tarcus recupera el contexto inmediato del diálogo entre los autores –sus picnics con Rivera y Frida Kahlo, los motivos de discusión, el bloqueo de Breton y la insistencia de Trotski para que generara un primer borrador–, así como los avatares de la circulación del texto tanto en Europa como en América Latina y los Estados Unidos. Un clásico para pensar las relaciones entre arte y política, el manifiesto sigue sorprendiendo por su impronta libertaria, por sus cruces con el psicoanálisis y por la discusión, aún abierta, sobre qué arte es posible bajo las condiciones del capitalismo.