Futuro presente

Graciela Speranza
arte y pensamiento
$15,390
Dos fenómenos en apariencia irreversibles se han vuelto insoslayables en el siglo XXI: la devastación de los recursos naturales provocada por los seres humanos y la progresiva digitalización de todas nuestras experiencias. Parece claro que pensar sobre ambas cuestiones es urgente, pero ¿por qué es necesario pensarlas en conjunto? Porque, de manera deliberada, los poderes que las impulsan se mantienen en sombras y la escala global de sus consecuencias nos paraliza. Es esa oscuridad impuesta, justamente, la que el arte y el pensamiento contemporáneos pueden (¿deben?) iluminar. ¿Cómo habla el arte de nuestro tiempo de la crisis ecológica? ¿Qué diálogos entabla con las diversas formas de lo digital? ¿Qué cruces son posibles con el activismo político, la filosofía, la sociología y la reflexión sobre la tecnología? En torno a estas preguntas, algunos de los más destacados pensadores, artistas e intelectuales contemporáneos –entre ellos, Éric Sadin, Franco “Bifo” Berardi, Reinaldo Laddaga, Maristella Svampa, Claire Bishop, Graciela Speranza, Tom McCarthy y Christian Ferrer– sistematizan ideas hasta ahora dispersas y construyen en conjunto una re_exión sólida, capaz de descorrer el velo que cubre nuestra vida cotidiana. De los videojuegos a la intimidad en Instagram, de los derechos de los animales no humanos a los memes, de la inteligencia artificial a las nuevas formas de visualizar las obras de un museo, los textos de este volumen demuestran la potencia del arte como lenguaje de disenso y de transformación. Por los orígenes geográficos, disciplinas y registros diversos de los autores, este libro está llamado a interpelar no solo a quienes transitan el activo mundo del arte, sino también a todos los interesados en los efectos de la tecnología, los movimientos sociales y la filosofía política. Futuro presente muestra cómo, mientras nos obliga a mirar de frente un mundo amenazante y desigual, el arte puede, en el mismo movimiento, ofrecer alternativas. Incluso, escribe Graciela Speranza, aquel arte “que no tiene vocación política pero se vuelve político cuando hace posibles fantasías a primera vista impracticables”.

La vida cotidiana durante el estalinismo

Sheila Fitzpatrick
hacer historia
$35,990
Este es un libro acerca de la vida en la Rusia urbana en el apogeo del estalinismo. Trata de viviendas comunitarias atestadas, de esposas abandonadas y esposos que no pagaban los alimentos de sus hijos, de falta de comida y ropa, de colas interminables que consumían la jornada de las amas de casa. Trata de la queja popular ante estas condiciones y de cómo reaccionó el gobierno. De los laberínticos trámites burocráticos que convertían la vida cotidiana en una pesadilla, y de las formas en que los ciudadanos de a pie intentaban eludirlos, entre ellas el sistema omnipresente de influencias y conexiones personales. Trata de lo que significaba ser un privilegiado en la sociedad estalinista, o uno de los tantos millones de marginados o parias. Trata de la vigilancia policial y las epidemias de terror. Con una narrativa vívida, exacta y coral, y con una destreza deslumbrante para reconstruir toda una época, Sheila Fitzpatrick revela cómo, entre fines de los años veinte y comienzos de los treinta, al calor de los planes de industrialización rápida y la colectivización de la agricultura, se produjo una desarticulación social masiva, con el desplazamiento de millones de campesinos a las ciudades y el pasaje de una economía de mercado a una basada en la planificación estatal centralizada. El Estado se convirtió en un regulador incansable de la vida y en el único distribuidor de bienes. Surgió así el Homo Sovieticus, una especie cuyas habilidades más desarrolladas incluían “cazar y recolectar” en un entorno urbano marcado por la escasez. Para eso movía contactos; era un operador, un oportunista, pero por sobre todas las cosas un sobreviviente. En el marco de un Estado revolucionario que lideraba el derrumbe de las viejas jerarquías y los viejos valores, muchos –en especial la juventud urbana y los jóvenes campesinos escolarizados que accedían a posiciones antes reservadas a una élite– aceptaron el sacrificio porque veían en el socialismo un proyecto modernizador y un horizonte utópico, la única vía para superar el atraso y alcanzar el porvenir. Atendiendo a las vicisitudes de una vida cotidiana atravesada por la excepcionalidad y los sobresaltos, pero también a los “relatos” que circulaban entre los ciudadanos para darle sentido a la dificultad extrema, Sheila Fitzpatrick ha escrito un libro fascinante sobre las estrategias de las personas comunes, entre la desesperación y el cálculo, entre la victimización, la pasividad y las convicciones genuinas.