Sociólogo francés nacido en 1946, es director de la Ècole des Hautes Études en Sciences Sociales de París y enseña Sociología en la Universidad de Burdeos II. Heredero de la sociología de Alain Touraine, es uno de los referentes en el campo de la sociología de la educación. Sus investigaciones se centran en la marginalidad juvenil, las desigualdades sociales, la inmigración y el carácter inclusivo o excluyente de las instituciones escolares. Defensor de una escuela inclusiva, dirigió la elaboración del informe Le Collège de I’an 2000. Entre sus libros, cabe mencionar L‘École des chances (2004), Injustices (2006) y Le Travail des sociétés (2009). Publicados por Siglo XXI Editores, Repensar la justicia social (2011), ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? (2012) y ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario) (2016).

El nuevo régimen de las desigualdades solitarias

François Dubet
sociología y política
$29,290
Hasta la década de 1980, las desigualdades se pensaban y se sufrían como desigualdades de clase. Los partidos de izquierda y los sindicatos conducían las luchas obreras buscando acortar la distancia entre las posiciones sociales, en pos de un ideal compartido de justicia. Con el declive del mundo industrial, el régimen de las desigualdades mutó irreversiblemente. No es que no sigan existiendo las fábricas, los conflictos laborales, la explotación y las brechas entre los muy ricos y los muy pobres. Pero las clases sociales pierden consistencia y ya no definen las identidades. Estamos ingresando en un nuevo régimen que todavía no ha encontrado una forma política que lo exprese ni una teoría que lo explique. En este libro inspirado y fundamental, François Dubet apuesta a describir, más que el mundo que está muriendo, el mundo incierto que se avecina. Para eso, no pone el foco en el abismo entre el 1% y todo el resto, sino en las desigualdades moderadas que atraviesan la vida cotidiana cuando nos comparamos con quienes tenemos más cerca. En esa situación, cada uno se siente herido y desigual en calidad de algo: porque es inmigrante, joven, precarizado, excluido, beneficiario o no de asistencia social, mujer, viejo, titular o no de un título educativo útil; por el lugar donde vive, el acceso a seguridad o cobertura de salud, el nivel de ingresos y consumo, la pertenencia a una minoría sexual o disidencia. Hoy, las desigualdades se sufren como discriminaciones individuales y se tramitan con culpa, con resentimiento, con esfuerzos por estar a la altura, con antidepresivos. Todos creemos ser víctimas de un trato injusto, todos estamos más expuestos, más frágiles, más agobiados. Y a la vez, en un mundo que tanto a derecha como a izquierda ha adoptado acríticamente el ideal de la igualdad de oportunidades meritocrática, nos sentimos responsables de nuestro propio fracaso. ¿Cómo transformar las cóleras e indignaciones solitarias, dispersas, en movimientos políticos y sociales? ¿Cómo generar un sentido de cohesión y solidaridad colectiva? ¿Cómo pasar del yo al nosotros? En la mejor tradición sociológica, esta obra es un aporte magistral para superar la melancolía y pensar sobre qué bases reconstruir una oferta política y un marco para la vida en común.

La época de las pasiones tristes

François Dubet
sociología y política
$18,190
Vivimos en un tiempo de pasiones tristes. Emociones como la ira, la indignación y el resentimiento atraviesan las redes sociales y la opinión de los panelistas televisivos. Ese enojo toma la forma de la denuncia o la catarsis por un orden que se siente injusto, y suele encarnizarse con los que reciben asistencia del Estado (¡todos inútiles!) pero también con los políticos y las élites (¡todos corruptos!). Acá y allá, un lenguaje paranoico acusa a los pobres, los inmigrantes y los desempleados por no esforzarse lo suficiente, a las finanzas por hacer negocios a costa de las economías nacionales y a estas por no abrirse a la globalización, a los gobiernos por desmantelar las políticas sociales o, al contrario, por abusar de ellas demagógicamente. Cada uno tiene razones para sentirse abandonado, amenazado, y para sospechar que el otro –cualquier otro– recibe ventajas indebidas. Lejos de interpretar esto en clave de patología personal, François Dubet aspira a comprender el papel de las desigualdades sociales en el despliegue de esas pasiones tristes. Si antes las grandes diferencias de clase nos permitían pensar nuestro lugar en el mundo (patrones y obreros, empresarios y trabajadores) y sostener luchas políticas o sindicales que suponían dirimir conflictos y negociaciones, hoy las desigualdades se diversifican y se individualizan, transformando profundamente la experiencia que tenemos de ellas y desdibujando los adversarios y las verdaderas causas de los problemas. No duele tanto el 1% de hiperricos –una minoría de privilegiados con quienes no interactuamos– sino las múltiples diferencias cotidianas que se expresan en acceso a consumos culturales y esparcimiento, a determinados colegios, barrios, vivienda, empleo, prestaciones de salud o subsidios. Sin embargo, no se trata de impugnar la indignación sino de ver cómo puede encauzarse colectivamente para que no termine alimentando salidas autoritarias. Contra el microclima de linchamiento y violencia, y profundizando una línea sostenida de intervención en la discusión pública, Dubet nos alerta sabiamente sobre la necesidad imperiosa de relanzar la oferta política progresista para transformar la ira en estrategias de cambio social.

Lo que nos une

François Dubet
sociología y política
$18,690

¿Podemos construir una vida en sociedad que no niegue las identidades de las minorías? En este libro, el sociólogo francés François Dubet (que es uno de los pioneros en el análisis de estos problemas) toma testimonios de primera mano, describe brillantemente los complejos mecanismos de la representación política, pública y mediática de los discriminados, y propone una igualdad social que no resigne las diferencias. Lo que nos une deja en evidencia las distintas estrategias utilizadas por los gobiernos para enfrentar la xenofobia, el racismo, la estigmatización de los pobres o los diferentes. Ni las políticas públicas que sostienen una discriminación positiva (como igualdad "en los papeles" que nunca llega a ser efectiva) ni una corrección política multiculturalista pueden mejorar la vida de quienes ven condenada su identidad misma. Así, las mujeres están cubiertas por un "techo de cristal" que nunca se rompe, la población negra estadounidense obtiene cupos laborales en cargos jerárquicos pero siempre está hostigada por las fuerzas de seguridad, las minorías sexuales obtienen casi plenos derechos formales mientras deben soportar (en países del Primer o del Tercer Mundo) enormes manifestaciones contra el casamiento igualitario, y los jóvenes pobres y los migrantes, vistos como amenaza, no logran cambios efectivos en su acceso a educación, trabajo y vivienda dignos. La alternativa sólo puede consistir en replantear los principios de la democracia. Por fuera de cualquier voluntarismo ingenuo, Dubet comprueba que la afirmación democrática de lo que tenemos en común allana el camino para que construyamos identidades inclusivas, afianzando una historia en común que nos permita vivir juntos.


¿Por qué preferimos la desigualdad?

François Dubet
sociología y política
$16,790

A pesar de afirmar lo contrario, nuestras sociedades "eligen" la desigualdad. Esto, que parece una provocación, es el punto de partida de un ensayo imprescindible. Si se profundiza la brecha entre el 1% más rico y los demás, no es sólo por la lógica cruel del capitalismo financiero sino porque también el 99%, en sus prácticas más cotidianas, genera desigualdades. Todos los que pueden (los más privilegiados, las clases medias) prefieren vivir en barrios donde sólo se encuentran con personas afines, y con el mismo criterio eligen la escuela a la que mandarán a sus hijos, mientras expresan el hartazgo fiscal de dar sin recibir beneficios proporcionales. Como contrapartida, los barrios de los sectores populares se perciben como "zonas peligrosas, amenazantes", al tiempo que los extranjeros parecen más numerosos, los desempleados "abusan" de las ayudas del Estado y los jóvenes pobres y sin estudios están siempre "al borde de delinquir". Con argumentos tan filosos como consistentes, François Dubet plantea la urgencia de afrontar esta situación, en la que los grandes principios que se declaran con palabras rimbombantes (la democracia, la igualdad) chocan con el fraude y la evasión fiscal de quienes tienen recursos, con la estigmatización de los más débiles y con la culpabilización de las víctimas. Para explicar este desajuste, analiza la crisis que, desde los años ochenta, desmanteló los pilares de la solidaridad y la integración social: el trabajo, las instituciones ligadas a la educación, la justicia y la salud, la idea de una nación homogénea y la creencia en la representación política. El gran relato de la integración se ha desdibujado, y los individuos están solos y desconfían tanto de los otros como del sistema en su conjunto. Lejos de la nostalgia reaccionaria por un mundo perdido, Dubet propone construir otra representación de la vida social, de la experiencia compartida, a partir de acciones individuales, de movilización colectiva y de políticas públicas capaces de generar confianza y sentido de sociedad.


¿Para qué sirve realmente un sociólogo?

François Dubet
sociología y política
$16,990
François Dubet, uno de los intelectuales franceses más lúcidos de este siglo, examina en este ensayo el ámbito actual de la sociología –sus circuitos de producción, sus implicancias teóricas e ideológicas, sus posibles “usos” y aplicaciones–, desde una singular mirada cargada de agudeza. En una profesión habituada a explicar para qué sirven los demás, el autor apunta su pregunta a los de su propio clan: “¿para qué sirven realmente los sociólogos?”. En tanto productores de saber, ¿pueden someterse a un principio de utilidad? ¿Son comprometidos, contestatarios, expertos de campo, de laboratorio…? Hace ya tiempo que los mitos religiosos y los contratos sociales no alcanzan para explicar cómo se sostienen, se forman y se transforman las sociedades. Ese papel ha quedado vacante, y es el sociólogo contemporáneo quien, en su lugar, ofrece sus servicios; quien, sin bravura ni divismos, observa, entrevista, verifica, aconseja, critica; quien, en última instancia, da respuesta a la necesidad de las comunidades modernas de conocerse y accionar sobre sí mismas. Como afirma el autor, el sociólogo “está en la sociedad, no al lado ni por encima; no es ni el diablo ni un dios, ni colaboracionista servil ni rupturista heroico”. Apartándose del lugar común, y con una pluma tan fresca como incisiva, François Dubet aporta un testimonio fundamental, desde dentro, que permitirá a todo aquel que se aproxime a estas páginas esclarecer el lugar que le cabe al sociólogo de hoy.

Repensar la justicia social

François Dubet
sociología y política
$19,990

Hay quienes piensan que el mejor modo de trabajar por la justicia social es procurar la igualdad de posiciones, esto es, redistribuir la riqueza y asegurar a todos un piso aceptable de condiciones de vida y de acceso a la educación, los servicios y la seguridad. Y hay quienes piensan que lo importante es garantizar la igualdad de oportunidades, de manera que cada uno coseche logros de acuerdo con sus méritos, en el marco de una competencia equitativa. O se apuesta a un sistema solidario, en el que es central el papel del Estado, o se apuesta al libre juego de la iniciativa privada. Una sociedad democrática debería combinar la igualdad fundamental de todos sus miembros y las "justas inequidades" que surgen del esfuerzo y el talento personales. Sin embargo, los responsables de la acción política deben dar prioridad a uno u otro. François Dubet alerta contra la trampa de la igualdad de oportunidades, que es hoy el discurso hegemónico. Aun cuando responda al deseo de movilidad de las personas, profundiza las desigualdades y puede conducir a la lucha de todos contra todos. Dubet defiende el "modelo de las posiciones", porque atenúa las brechas entre los diferentes estratos sociales. Analizando el ámbito de la escuela, la situación de la mujer y las minorías, este brillante ensayista plantea la necesidad de una reconstrucción intelectual de la izquierda, que debe atreverse a traducir principios en programas y a interpelar a quienes se sienten ajenos a la cosa pública.